Por Sor Kelly Ngai, Provincia de Singapur-Malasia
Estoy muy agradecida a mis hermanas de Singapur y Malasia por haberme enviado a compartir esta peregrinación a Francia junto con el personal y los miembros del consejo del Marymount Centre y los profesores del Convento del Colegio Marymount en Singapur.
Las historias de vida de Santa María Eufrasia y San Juan Eudesy los hitos históricos de nuestra Congregación, cobraron vida en mí a través de la hermosa narración de la Hna. Melania Jung y Sarah Elbisser. Durante las visitas a la Casa Madre, Noirmoutier, Ri y Caen, me sentí como si hubiera viajado a la época de nuestros fundadores. Este viaje histórico me recordó mi propio viaje y formación como hermana de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Fue un honor y un privilegio pisar tierra santa.
«Una persona vale más que un mundo»
Siguiendo los pasos de Santa María Eufrasia, acogí al equipo de peregrinos en nuestra Casa Madre. Estuve atenta a las necesidades de todos y cada uno, haciéndoles sentir atendidos, a pesar de que también era mi primera visita.
Una de las actividades que más me conmovió fue el paseo por el túnel que nuestra madre fundadora y las hermanas habían construido en un breve periodo de sólo tres meses. Antes de la peregrinación, escuché historias significativas de otros peregrinos de la Casa Madre, y tenía un profundo deseo de experimentar el paseo por el túnel. Sin embargo, al entrar por primera vez en la oscuridad del túnel me sentí abrumada por tal oscuridad interior, pensamientos desagradables, dudas y temores que no pude apreciar la luz al final del túnel.
Al día siguiente, estaba decidida a volver a atravesar el túnel. Pasé un rato a solas con nuestra madre fundadora, conversando con ella sobre mis miedos, pensamientos, preocupaciones y penas. Mientras caminaba, oía su voz perspicaz que me guiaba en la búsqueda de soluciones a los obstáculos, de forma muy parecida a su propia experiencia durante la construcción del túnel.
Otra actividad bendecida fue el paseo por el laberinto . Abrió mi corazón a la suave voz de Dios, a que soy una hija amada de Dios; a confiar en la Santísima Trinidad en todo lo que soy y en todo lo que hago.
Estas experiencias fueron sanas. Reavivaron mi espíritu y me dieron energía para continuar la misión fundada por Santa María Eufrasia de ser Pastora para todos. Encontré valor para afrontar el futuro, buscar la voluntad de Dios en mi vida y sacar agua con gozo del manantial de la salvación.
Hacia el final de nuestra peregrinación, nos llevaron a la famosa puerta verde. Allí me sentí lleno de celo para continuar la misión que se nos había confiado: “Dejo el instituto en sus manos; ustedes lo sostendrán”.
Nosotros, como partners dans la misión, estamos juntos en esta misión, tendiendo la mano con compasión y respeto, capacitando a cada persona para llegar a ser íntegra y alcanzar su pleno potencial.